EL BOSQUE?

Se sentó junto a ella, la miró, era ella. Sus ojos azules brillantes dentelleaban luz propia. Tomó sus manos en las suyas, sintió el correr de su sangre, el palpitar de su corazón. Miró fijamente sus labios. No dijo más. Simplemente la tomó en sus brazos, sintió el calor de su cuerpo otra vez. Estaba seguro ahí, en su abrazo. La besó con todas sus fuerzas como antes y tuvo la sensación de que no había pasado un día desde que se bajó del vagón.

Un aullido lo despertó. Estaba solo a mitad de los bosques pantanosos. Estaba sucio y sin afeitar por varios días. No le quedaba agua y el frió le calaba mas allá de los débiles músculos. Tirado debajo de un árbol bastante alto titiritaba de frío mientras veía las estrellas y sentía que la cabeza le estallaría de calor. Su ropa de excursión ya era su ropa de mendigo, sus pantalones sucios, la camisa rasgada y las botas llenas de fango ahora parecían negras. Solo quería que llegara ese momento de pasar por el túnel hasta ver la luz eterna y descansar al fin, pero al parecer nunca llegaba.
Empezó a oír párrafos de libros que había leído, los parecía oír de la voz de su profesor de literatura, una voz firme llena de poesía combinada con silencios profundos. Era como una historia formada por diversos fragmentos de diversos cuentos y novelas, eran reflexiones del alma que se mezclaban con las palabras llenas de literatura y se disfrazaban de poesía. En ese lugar olvidado, el tiempo parecía detenerse a observarlo sufrir, parecía que los ruidos se unían en un laberinto de silencio y desaparecían perdidos sin llegar a él.
A lo lejos seguía el leve aullido que lo despertó, cada vez más lejano, pero siempre igual de sublime, como llamándolo, acariciando sus oídos con una canción que parecía darle fuerzas, que no dejaba que se rindiera.
Siguió cavilando en la temperatura de su cuerpo, en el calor de su cabeza, en el frío de sus pies. Se preguntó quien era verdaderamente ¿era ese moribundo hambriento lleno de lodo y perdido a mitad del bosque? Apenas recordaba quien era o quien se decía ser. Ahora todo eso parecía vano y falto de importancia, los sueños de la adolescencia se desvanecía como el polen de las flores de primavera desarraigado por el viento helado del invierno que se resiste a creer que el invierno ya pasó. Nada importaba, ni el estudio, ni el dinero, ni los libros, ni los viajes, ya ni siquiera el mundo mismo. Ya nada era como se lo había imaginado, como él quería que fuera o mejor dicho, como quiso en algún momento que fuera. Estaba solo y abandonado, pero en su tonto orgullo prefería repetirse a sí mismo que no necesitaba de nada ni de nadie. Cerró sus ojos.
Podía ver, veía más prefundo con los ojos cerrados, escuchaba los sonidos en sus ojos, la lluvia cayendo en su cabeza y su cuerpo entero derramando vapor, veía el viento que movía la hojarasca, el correr del río, el vuelo de las aves, el salto de las truchas, el canto de los animales, la caminata del siervo, la salida de las estrellas.
De repente, esos ojos, verdes como el bosque, profundos como el mar, tiernos y tranquilos como el silbido apacible del aire al mover los campos de trigo. Esos ojos fuertes y tempestuosos como un torrente que sacude las hojas y dobla las ramas más fuertes. Verdes como esmeraldas, esmeraldas reluciendo en una noche llena de diamantes, verdes y llenos de luz, de mucho conocimientos, de tristeza pero también de experiencia. En el centro había una pupila grande, grande y honda como un hoyo negro, que absorbe, que toma y no deja salir, que inunda en su hechizo, que ya no deja vivir.

Dr. Manuel favor de reportarse a UCI, Dr. Manuel favor de reportarse a UCI.
-¿Cómo amaneció este muchacho?
-Ya esta estable, pero en su estado…
-¿Ya lo pudieron reconocer?
-No, nadie lo reclama, no traía identificaciones.
-Pero, debe haber alguna persona que lo conozca.
-Al parecer no es de por aquí, encontramos un boleto de tren algo viejo y sucio, no se ve con exactitud de donde es porque se corrió la tinta. Mírelo usted mismo.
-“T”
-¿Perdón, dijo usted algo, Doctor?
-El boleto dice que viene de la estación T, el vagón 121 y al parecer se dirigía a…
Dr. Manuel reportarse a urgencias, Dr. Manuel reportarse a urgencias.
-Bueno, Guadalupe de la Concepción encárguese de atenderlo bien, los cuidados son indispensables para la recuperación.
-Claro doctor, no se preocupe.
-En un rato me doy otra vuelta, para ver como siguió.

Se había quedado dormido, y ya era de noche. Todo estaba oscuro pero la vida continuaba más despierta que nunca, el manto estelar estaba ahora cubriendo los cielos de claros atardeceres. Entreabrió un ojo, tenía mucho frío y estaba temblando. De alguna manera se había movido, los árboles eran más densos que antes, o talvez simplemente así se notaban por la noche...

"Es el vagón acaso solo el primer capítulo de la novela? Podrá ser que haya nuvos protagonistas? Que otros personajes vivirán en este capítulo? Donde quedó Jorge Ulises?

Comentarios

Jon Aral dijo…
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Jon Aral dijo…
Propusiste una alteracion,
pero yo respondí con un NO.
El vagon ya esta cerrado a cambios,
su tiempo ya paso. Fue feliz mientras duró, pero nuevas etapas han pasado, nuevas ganas de escribir.
Una montaña de sentimientos, el vaiven de corazon, todo esto que tengo adentro que quiero expresar. Te lo digo a ti! No modifico el vagón porque es la escencia de otra ispiracion, te escribo no una secuela, sino una evolución, una nueva historia llena de pasión.

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